martes, diciembre 27

miércoles, diciembre 21

De: el problema de dos polos y cómo darle vueltas para no resolverlo.

Le he estado dando vueltas al asunto gran parte de la noche. Me choca escoger, y me choca que escoger siempre sea entre A o B, maldita disyunción exclusiva, maldita exclusividad de las cosas. Se escoge siempre, hasta cuando se elige no elegir, no cambiar; acabo de poner el dedo donde no iba; el asunto es el cambio. Me pregunto por qué no me gusta el cambio, me respondo fácil, hay que permanecer, hay que seguir siendo algo, lo que sea; el cambio supone la muerte de cosas que se eran, debo permanecer; ¿por qué es tan fuerte el deseo de la existencia? Oigo una vocecilla -ya, dale vuelta a la hoja, ya cámbiale a tu novela- Puta madre, por qué, con qué pinche derecho me pides que le cambie a mi novela. Me caga que se desacredite así mi novela, mi ser, mi existencia (risas), es que no puedo darle vuelta, es que no quiero darle vuelta, es que estoy bien como soy, es que no quiero cambiar, es que no tengo ganas, es que si para cambiar tengo que dejar de ser lo que soy, esto es eliminarme, suprimirme, ni madres, y pondré siempre énfasis en el no, el no como resistencia; digo que no, que se chinguen los que quieran darle vuelta de hoja a mis páginas. Otra vocecilla -está bien, está bien, entonces quédate sola-.  El problema es que sigo pretendiendo que se existe.