Uno, y el primero, que nada existe.
El segundo, que si algo existiera sería el ente o el no ente, o el ente y el no ente conjuntamente. Pero ni existe el ente, como se demostrará, ni el no ente, según se probará, ni el ente y el no ente conjuntamente, como también será mostrado. Luego nada existe.
El no ente, no existe. En efecto, si el no ente existiera, existiría y no existiría al mismo tiempo: no existiría en cuanto que es concebido como no ente; pero a su vez existiría, en cuanto que es no ente existente. Pero es radicalmente absurdo que algo exista y no exista al mismo tiempo. Por tanto, el no ente no existe.
Y de otra manera: si el no ente existiera, el ente no existiría, ya que uno y otro son contradictorios entre sí, por lo que, si al no ente se le ha atribuido existencia, al ente se le ha de atribuir la inexistencia. Pero no es admisible que el ente no exista, luego el no ente no existirá.
Pero, por otra parte, tampoco el ente existe. En efecto, si el ente existiera, sin duda alguna sería eterno, o generado, o eterno y generado al mismo tiempo. Pero no es ni eterno, ni generado, ni ambas cosas, según demostraremos. Luego el ente no existe.
En efecto, si el ente fuera eterno (se debe comenzar por esta alternativa), no tendría principio, pues todo lo generado tiene principio, pero lo eterno e ingenerado no lo tiene.
Lo que no tiene principio es infinito. Pero, si es infinito, no está en ningún lugar, ya que, si lo estuviera, el continente sería distinto de él y, por tanto, ya no sería infinito en cuanto que está contenido en algo, dado que el continente es más grande que el contenido. Pero nada puede ser más grande que lo infinito. Luego lo infinito no está en ningún lugar.
Por otra parte no puede estar contenido en sí mismo, ya que se identificarían el continente y el contenido, y el ente se escindiría en dos, el espacio y la materia, dado que el continente es el espacio y el contenido la materia. Pero esto es absurdo, luego el ente no está contenido en sí mismo.
Por tanto, si el ente es eterno, es infinito; si es infinito, no está en ningún lugar; si no está en ningún lugar, no existe. Es decir, si el ente es eterno, no existe.
Mas el ente no puede ser generado. Pues, si lo fuera, sería generado a partir del ente o del no ente. Pero desde el ente no puede ser generado, pues, si existe, no es generado, sino que ya existe. Ni puede ser generado desde el no ente, ya que el no ente no puede generar al ente, dado que es absolutamente necesario que el generante participe de alguna existencia. Luego el ente no puede ser generado.
Por iguales razones no puede el ente ser ambas cosas, es decir, eterno y generado al mismo tiempo. Pues estos dos conceptos son incompatibles entre sí, de forma que si el ente fuera eterno, no podría ser generado, y, si fuera generado, no podría ser eterno.
En resumen, si el ente no es eterno, ni generado, ni ambas cosas, no existe.
Veamos otro argumento. Si el ente existiera, sería uno o múltiple. Pero no puede ser uno ni múltiple, según se demostrará, luego no existe.
Efectivamente, si fuese uno, sería o cantidad discreta, o cantidad continua o magnitud o cuerpo. Pero cualquiera que sea la que tenga de estas propiedades no será uno. Si es cantidad discreta, será separable; si es cantidad continua, será divisible; si es considerado como magnitud, igualmente será separable; si es cuerpo, será tridimensional, al tener longitud, anchura y altura.
Pero es absurdo decir que el ente no tenga ninguna de estas propiedades, luego el ente no es uno.
Por otra parte, tampoco puede ser múltiple. En efecto, si no es uno, no puede ser múltiple, ya que la multiplicidad es la síntesis de varios en uno, por lo que al negar lo uno también se niega lo múltiple.
De estos razonamientos se sigue con toda evidencia que ni el ente ni el no ente existen. Y, por tanto, es fácil demostrar que tampoco pueden existir al mismo tiempo uno y otro, es decir, el ente y el no ente.
En efecto, si el ente y el no ente existieran, se identificaría el no ente con el ente en cuanto a la experiencia, por ello no puede existir ninguno de los dos. Que el no ente no existe es aceptado. Pero se ha demostrado que el ente tiene con el no ente identidad en la existencia, luego el ente no existirá.
Por tanto, si el ente se identifica con el no ente, ninguno de ambos puede existir. Si existen los dos, no se pueden identificar; si se identifican, no puede existir ninguno.
De todo esto se deduce que nada existe. Efectivamente, si el ente no existe, ni el no ente, ni uno y otro al mismo tiempo, sin que pueda pensarse ninguna otra posibilidad, nada existe.
A continuación vamos a demostrar que, aunque algo existiera, sería incognoscible e inteligible para el hombre. Dice Gorgias que si lo pensado no es existente, lo existente no puede ser pensado. Y lo dice con razón. En efecto, así como en el caso de que se atribuya a lo pensado la blancura hay que atribuir también a la blancura la inteligibilidad, así en el caso de atribuir a lo pensado la no existencia, necesariamente hay que atribuir a los entes existentes la inteligibilidad. Pues es correcta y coherente la siguiente conclusión: "si lo pensado no existe, lo existente no es pensado". Pero lo pensado (de esto hay que partir) no es existente, según demostraremos, por lo que lo existente no puede ser pensado.
Es radicalmente evidente que lo pensado no es existente. Pues, si lo pensado fuera existente, todo lo pensado existiría, cualquiera que sea la manera como sea pensado. Y esto es absurdo. Pues, si alguien piensa en un hombre que vuela o en unos carros desplazándose sobre el mar, no por ello al instante un hombre vuela o unos carros se desplazan sobre el mar. Por tanto, lo pensado no es existente.
Además, si lo pensado fuera existente, lo no existente no podría ser pensado, pues de lo contrario se predica lo contrario, y lo contrario de lo existente es lo no existente. En consecuencia y de un modo absoluto, si a lo existente se atribuye la inteligibilidad, a lo no existente hay que atribuir la ininteligibilidad. Mas esto es absurdo, pues Escila, la Quimera, y muchas cosas existentes son pensadas.
Por tanto, lo existente no puede ser pensado.
Así como lo que se ve se llama visible, porque es visto; así como lo que se oye se llama audible, porque es oído, y no negamos lo visible porque no se oiga, ni lo audible porque no se vea (pues cada uno debe ser juzgado conforme a la sensación adecuada y no según otra distinta), así también lo pensado, aunque no se vea con la vista ni se oiga con el oído, existirá, ya que es captado con su criterio adecuado.
Por tanto, si alguien piensa que unos carros se desplazan sobre el mar, aunque no los vea, debe creer que existen unos carros desplazándose sobre el mar. Pero esto es absurdo, luego lo existente no puede ser pensado ni captado.
Y si pudiera ser captado, sería incomunicable a los demás.
Si lo existente, que tiene su realidad fuera de nosotros, es visible y audible y, en general, sensible, y de ello lo visible es aprehendido con la vista y lo audible con el oído y no a la inversa, ¿cómo podría se comunicado a otro? Efectivamente, la palabra es aquello con lo que nos comunicamos, y la palabra no es lo real existente. Por tanto, nosotros comunicamos a los demás, no lo existente, sino la palabra, que es distinta de lo real. Así como lo visible no puede llegar a ser audible y viceversa, así nuestra palabra no puede llegar a ser lo existente, ya que esto tiene su realidad fuera de nosotros. Y, al no ser la palabra lo existente, no puede ser este último comunicado a otro.
La palabra, dice Gorgias, se origina a partir de las cosas del mundo exterior en cuanto se presentan a nosotros (esto es, a partir de lo sensible). Así, de la presencia del sabor nace en nosotros la palabra relativa a esta cualidad, y de la impresión de color la referente al color. Si esto sucede así, la palabra no es representativa del mundo exterior, sino que es el mundo exterior el que vuelve significativa la palabra.
Y no es posible afirmar que la palabra es real de la misma manera que lo es lo visible y lo audible, de forma que puede ella comunicar lo real existente basándose en su realidad existente. Pues, nos dice Gorgias, incluso aunque la palabra tenga realidad, difiere del resto de lo real, y en especial los cuerpos visibles son diferentes de las palabras. Ya que lo visible es captado por un órgano y la palabra por otro distinto.
Así pues, la palabra no capta la mayor parte de las cosas reales, del mismo modo que éstas no manifiestan su recíproca naturaleza.
Y, en consecuencia, a causa de estas aporías que establece Gorgias, se destruye, en cuanto que depende de ellas, todo criterio de verdad, ya que no puede haber ningún criterio de aquello que no existe ni puede ser conocido ni ser comunicado a los demás.
Sexto Empírico
Contra los profesores (matemáticos).
Libro VII
Gredos.