Los sujetos son literalmente agujeros, huecos en el orden positivo del ser, sólo moran en los intersticios del ser, en esos lugares donde la labor de la creación no ha concluido: la mera existencia de un sujeto prueba que Dios era un idiota que arruinó el trabajo de la Creación. Lejos de ser la cúspide de la Creación, el sujeto pone de manifiesto que en el orden de las cosas hay máculas de realidad inacabada: el correlato objetivo de un sujeto es una mancha-objeto proto-real espectral que aún no está totalmente actualizada como parte de la realidad positiva. El problema es que, cuando nos enfrentamos a un ser humano y observamos sólo su mitad visible, automáticamente lo des- subjetivamos llenando el vacío, proyectando en la oscuridad una riqueza de la personalidad imaginaria: el otro des-subjetivado se convierte en una <<persona>> completa, el rostro se transforma en un fetiche levinasiano, el signo de la abismal profundidad de la vida interior de la persona, y las dos mitades (la cara exterior y la vida psíquica interior) se combinan en una totalidad cabal. Lo difícil no es percibir bajo el rostro la riqueza de la personalidad, sino evitar esa trampa, ABSTRAERSE del espejismo de esa riqueza y ejercitar la habilidad para aceptar la realidad desfetichizada del sujeto: observar la oquedad, la oscuridad, sin completarla con el contenido fantasmático de la <<vida interior>>que se supone brilla tras ella. En otras palabras, lo difícil es enfrentarse a la realidad en su estatus preontológico, como algo no totalmente constituido, ver la nada allí donde no hay nada que ver, sustraer de la realidad su engañosa riqueza.
Zizek, S., “Arte e ideología en Hollywood. Una defensa del platonismo”, en Arte, ideología y capitalismo, p.19-20. Ediciones Pensamiento, 2008.